Acá no hay quien gane


A casi un mes que se realice la segunda vuelta electoral, la campaña está a todo vapor.  Tanto Jimmy Morales y Sandra Torres han colocado ya todas sus fuerzas para ya sea mantener los votos que obtuvieron en la primera vuelta o incrementar en aquellas zonas geográficas en las que fueron débiles, esto implica alianzas, abiertas o a escondidas, pero implica involucrar a los Alcaldes electos, diputados distritales, caciques del lugar y otros grupos de poder al ejercicio de sumas y restas para ganar la preciada Presidencia de la República que una especie de oficina en la que se operan negocios para el enriquecimiento ilícito de quienes la ocuparán, claro está, con las alianzas en el Palacio Legislativo para operar el listado de obras públicas y definición del Presupuesto General de la Nación.    Esa es la verdadera lucha que está detrás de las fuerzas políticas que se disputan el poder y lejos queda la posibilidad de plantear un rescate del Estado o de apoyar a las mayorías depauperadas por el sistema de inequidad, que es resguardado con uñas y dientes desde el poder político.

A escasas semanas que las y los guatemaltecos tomen una decisión trascendental, entendiendo que la dinámica política de los últimos cinco meses ha supuesto para todo el aparato del Estado un revulsivo que a la fecha sigue evidenciando el funcionamiento de mafias estructurales, el reto sigue siendo encontrar los elementos diferenciadores entre ambos proyectos que se disputan la Presidencia.  Por el momento, ninguno de los candidatos ha puesto sobre la mesa con claridad qué es lo que propondrá hacer. La UNE presentó un plan de gobierno de 80 páginas y el FCN-Nación uno de escasas 5 páginas, ambos ya sea por su volumen o carencias de génesis, son inviables.  Ninguno ha explicado cómo piensa ejecutar las acciones que plantea con un Estado desfinanciado y con un agujero fiscal gigantesco que merma la posibilidad de contar con los recursos dinerarios para impulsar las acciones que proponen, basta con darle un vistazo al presupuesto para el año 2016. Quien quiera gobernar, tendrá que bregar con una estructura de presupuesto el primer año donde no solo se incrementa la deuda pública, sino el gasto social está castigado. Para los años 2017 y 2018, la historia será un tanto distinta, al menos en la estructura del gasto, pero sigue sin estar claro de donde provendrán los recursos, la “caída” en la moral tributaria, harán que se recurra a mayor endeudamiento, que es lo mismo a tener una parranda antología hoy y pagarla el resto de la vida.  El 2019 será un presupuesto copy/paste del año anterior, en tanto será año electoral y no hay forma política ni humana de estructurar un presupuesto distinto.

Así las cosas, sigue estando ausente el debate serio entre ambos contendientes, para que nos expliquen ¿cómo piensan financiar lo que proponen?, pareciera que ambos no están conscientes que sus discursos  y promesas de campaña se toparán con el muro de la realidad presupuestaria, además de un aparato de Estado en trozos, heredado del derruido régimen de Pérez Molina y Baldetti Elías.  Ambos encontraran no solo la institucionalidad erosionada, sino al borde del colapso por la corrupción cultivada y dejada pervivir en todas las administraciones de gobiernos anteriores.

En realidad, el 25 de octubre no habrá ganador o ganadora. Quien venza en el balotaje recibirá un aparato de Estado en agonía. Lo irónico de todo este asunto es que ganando, saldrá perdiendo, porque la tolerancia ciudadana que había sido laxa, ahora esta investida de una particular sensibilidad y mas temprano que tarde, le tocará enfrentar el malestar del incumplimiento de las promesas y de la corrupción propia. Nadie puede pretender que la transparencia sea la norma y que ésta provenga de las estructuras partidarias que hoy se disputan el manejo del Estado.


A Jimmy Morales y a Sandra Torres les aplica aquello que en “ocasiones ganando se pierde y perdiendo se gana.”  El 25 de octubre, conoceremos al heredero o heredera de la crisis y que va a necesitar de un milagro para sobrevivir, al menos el primer año de gobierno. Y mientras tanto, como siempre el pueblo de Guatemala será el gran perdedor, porque en esta elección, no hay quien gane.

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