¿Se anima?

Guatemala esta partida en mil pedazos. La crisis por el caso de corrupción develada por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala -CICIG- no amaina. Parte de los sectores políticos y económicos del país han sido desnudados a mansalva. Lo que antes era una intuición carente de certezas, es hoy una realidad, en tanto el desfalco sistemático al Estado y su debilitamiento devenía de los sectores obligados o por lo menos, mayormente responsables a asegurar que funcionara. Todo apunta a una traición a los intereses de la Nación guatemalteca en múltiples niveles. La cooptación del sistema de justicia es una pieza más en el ajedrez de la impunidad. Bien hizo Claudia Escobar en su momento en denunciarla y mal la sociedad en su conjunto en ignorarla, abandonándola a su suerte y a un ignominioso "autoexilio".  Cuando el sistema de Justicia podía ser esa tabla de salvamento para resolver desde la institucionalidad ésta amarga crisis, la ciudadanía solo puede contemplar estupefacta como uno a uno los responsables de operar el "supuesto desfalco" salen libres.

En el punto que se encuentra Guatemala, ya sobrepasa el debate de si la CICIG debe o no continuar. A todas luces es evidente que si, o por lo menos para algunos, que desde que inició este entuerto ya la permanencia de la Comisión estaba superada en tanto el golpe acertado, desvelaba los complejos entramados de la corrupción que puede incluso vincular a los máximos mandatarios de la Nación.  

En este sentido, el discurso de que la CICIG permanece en el país es mero trámite.  Otto Pérez Molina, el ex-general de la Paz junto a Roxana Baldetti Elías, la otrora adalid de la transparencia, ambos sindicados de supuestos actos corruptos durante su gestión de gobierno, perdieron la batalla máxima que les tocó enarbolar por endoso de los sectores mas recalcitrantes del país para defenestrar a la famosa CICIG. ¡Perdieron y de que manera!  La CICIG acertó un golpe mortal a la corrupción endémica del Estado que ahora agoniza y se revuelca en la porqueriza que cavó por décadas.  Pero aún con todo esto y el revulsivo que pudiera significar en cualquier otro lugar del planeta, los pactos de impunidad persistieron y la rebasaron. En ese sentido, hasta la CICIG tiene límites.

Aunque muchos piensan que lo peor de la tormenta está por venir, el reacomodo de piezas en el sistema han dejado claro que nada va a pasar.  Ya las dos fuerzas políticas punteras para las próximas elecciones presidenciales (LIDER y UNE), han declarado que no van a pedir antejuicio contra la vicemandataria. Sectores empresariales, han salido adelante para pedir respeto por las investigaciones que el Ministerio Público -MP- haga de este caso, que dicho sea de paso, puede afectar a más de alguno de sus agremiados.

El MP por su parte, sin la presencia en ninguna de las conferencias de prensa de la recién nombrada Fiscal General Thelma Aldana, ha dicho ya que no se ha investigado (a pesar de los indicios que las escuchas telefónicas dan), el nombre de la Vicepresidente sobra en las investigaciones.  Sobra decir en este punto, si la CICIG se adelantó o no al presentar el más grande caso de corrupción en la historia de la región centroamericana, cuando el supuesto líder de la estructura criminal, el ahora destituido Secretario Privado Juan Carlos Monzón, estaba fuera del país en "eventos diplomáticos" junto a Baldetti.  Sin Monzón, no hay vaso comunicante hacia ningún lugar que pueda involucrar a nadie en las más altas esferas del poder.

Ya lo dijo una Dina Fernández en una columna alrededor de este escabroso tema:"lo peor que puede pasar, es nada" y todo parece apuntar en este sentido. El malestar de la población, en su mayoría urbana y expuesta a los medios es fácil distraerla con fútbol u otros escándalos que pueden estarse fabricando por los equipos de crisis. 

Mientras se caen las máscaras y se desenreda la compleja madeja que del caso de corrupción aduanera, la sociedad civil y sus "tanques de pensamiento" fueron incapaces de tomar la sartén por el mango. Un sentimiento de orfandad se pudo sentir en las calles, medios de comunicación y en las redes sociales.  El silencio fue abrumador y me temo que aunque empiecen a alzar la voz, ya es muy tarde. Ya las voces son otras han venido de distintos astilleros que se expresan hoy en las redes sociales o en las calles a un costado de la Casa Presidencial, quienes con carteles, pitos y consignas son las voces de indignación que se escuchan en escenario de lo absurdo que Guatemala puede llegar a ser.

Mientras existan voces que se alcen para denunciar, se vislumbra una luz al final del túnel. Lo que sobra de impunidad es directamente proporcional a la indignación que se empieza a mover en las redes y se expresa en distintos puntos del país. 
Para que esto empiece a cambiar, usted que me leyó hasta acá, tiene que participar.  Ellos pueden ganar esta partida, pero falta toda una guerra para transformar Guatemala en el país que nosotros queremos y deje de ser el que las estructuras imponen.  ¿Se anima?


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