Pa´vivir aquí, me tengo que ir de acá.


Un señor observa una valla publicitaria con una gigantografía de una familia sonriente que anuncia un proyecto habitacional.  Su atención está totalmente centrada en esa imagen y Yo, como ladrón de los momentos de otros lo observo.  Ni el ruido de las camionetas o el correr de los transeúntes lo distraen.  Su vestimenta delata que su situación económica es ajustada.  Un pantalón de gabardina raído, playera con una serigrafía que en algún momento fue publicidad de aceite de motor, tenis blancos percudidos de arena, cal y cemento, cincho café descolorido, gorra de baseball y una mochila al hombro.   Mientas lanza un suspiro, un bocinazo de autobús lo despierta bruscamente.   Sus ojos que estaban llenos de esperanza, se vuelven un tanto opacos y su semblante no es el mismo.  Seguro vuelve a una de las tantas áreas urbano marginales de la Ciudad de Guatemala, en donde alquila o ha invadido un pequeño terreno, en el que la casa tiene precarias condiciones y está por mucho, lejos de las idílicas imágenes que le muestran esa valla publicitaria.   

Es que intentar adquirir una vivienda en Guatemala se ha vuelto un verdadero suplicio.  El déficit habitacional desde hace muchos años supera el millón de viviendas y los pocos proyectos que se construyen, están dirigidos a un segmento de la población cuyos recursos económicos abundan o entre varios miembros de la familia, asumen una deuda eterna en dólares cuyo diferencial cambiario  es todos los meses distinto.  Tasa variable le llaman amigablemente los bancos.  Tasa que nunca baja y siempre sube.  Para aquellos que su opción ha sido salir de Guatemala a buscar futuro a otras tierras, el envío de remesas en dólares es utilizado en muchos casos para la compra o construcción de un inmueble, en el que quizá nunca vivirán y conocerán solo por fotografías.

Un amigo me dijo hace unos años, "necesito comprar un cantón y por eso me voy para el norte.  Lo que gano acá no me alcanza y los ingresos familiares nos servirían para adquirir la deuda con el banco, pero no para comer."  Y si más preámbulo y tantas despedidas se fue.  Esta es la fecha que no ha vuelto a Guatemala.  De eso ya son cinco años y tampoco tiene planificado hacerlo, pero ha cumplido con el envío del dinero para que la esposa adquiriera una pequeña casa a la que espera, algún día vuelva el hombre que se la compró.  Qué ironías tiene la vida, para vivir acá en condiciones dignas muchos se tienen que ir. 

Mi mente vuelve al recuerdo de aquel hombre abstraído en la imagen de la valla publicitaria y me lo imagino en un debate interno, planteándose una estrategia quizá para fugarse de esta tierra en la que hay que irse, para poder vivir acá.


Carlos Fernández
@carlosfercid

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