¿Reparación?

Una anciana recibe en su casa la notificación que su caso será resarcido. Como si se tratara de un citatorio ante un impartidor de justicia se le asigna fecha y día al espectáculo que se esta fraguando.  El presidente, va a llegar a la comunidad a pedir perdón por los crímenes de guerra y el programa que fue creado para reparar los daños, el cual contemplaba una gama de medidas que van desde lo material, a lo intangible como la dignificación, ha caído en manos de personas que buscan curules y si todo sale bien, vida en la política.  La dignidad, memoria o justicia, son accesorios para un discurso político.  Es mas fácil entregar dinero o hacer casas de mala calidad, que iniciar procesos para la construcción de ciudadanía y reconstruir la memoria. 

Hace unos meses, los hijos de la mujer entrada en años movilizados por la pobreza endémica que azota el país y además, por la insistencia de los líderes cooptados por la maquinaria del partido de turno encabezada por uno que quiere ser diputado, la han llevado a dar su testimonio para que reciba un dinero que el Programa Nacional de Resarcimiento -PNR- "paga" por las víctimas mortales que dejó el Conflicto Armado Interno -CAI- en Guatemala.   Siendo una guerra tan sangrienta, vaya si existen miles de personas que deben ser justamente compensadas. La salida del Estado ha sido ingeniosa: por más víctima que una persona reporte, solo se le compensan hasta un máximo de dos. Hay quienes han perdido hasta 10 familiares. El monto a estas alturas es irrelevante, total ¿cómo se le pone precio a una vida o a diez?.

El PNR desde un inicio abandonó lo fundamental para dar paso a lo simple.  ¿Para qué impulsar medidas de dignificación? o ¿Cómo se hace para reconstruir la cultura que 36 años de guerra erosionaron?.  Hacer el tránsito de víctima a sobreviviente y de sobreviviente a ciudadano, eso puede esperar en esta patria del criollo. 

La mujer entre lágrimas recuerda el día y hora exactos en que su esposo desapareció en manos del ejército genocida de Guatemala.  Relata con detalle la vestimenta, calzado y hasta las palabras de esa mañana en que le ha visto por ultima vez y cuenta como los días se convirtieron en años esperando su regreso.  El relato se anota y se apelmaza entre otros tantos expedientes. La burocracia es así.

El día de la entrega "simbólica" llega.  El acto tiene sonido, luces y protocolo escritos.  Una lánguida figura y voz pausada da un discurso que alguien le escribió. Hace pausas para aumentar el dramatismo antes de pedir perdón en nombre del Estado genocida. Las personas en el salón poco entienden del discurso, la mayoría son monolingües. Como parte del espectáculo, se ha escogido a una anciana, cuyo semblante la hace adorable ante las cámaras e idónea para que el Presidente se vea bien.  La hacen subir a la tarima, en la que el hombre más poderoso del país por el momento, sostiene un cheque.  La anciana en Castilla inquiere al sujeto con voz firme....¿dónde está?  Yo lo único que quiero saber es ¿dónde lo dejaron? mientras se niega a recibir el cheque. El flaco como le dicen sus cercanos, cuyo semblante era lastimero, ahora se toma molesto.

Esas, a las puertas de la amnistía por genocidio a Ríos Montt siguen siendo las preguntas.



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